Que devuelvan el piano

A mis padres les hicieron creer que eran pobres. Tenían una casa, tierra y animales, pero les hicieron creer que no tenían futuro. Que el futuro se escribía en las urbes que estaban prosperando lejos, más allá de la meseta. Así que hicieron la maleta a los 16, dejaron atrás sus raíces para crear un nuevo surco. Hoy sé que eran afortunados. En la Soria de los años 50 no había señoritos, ni latifundios, ni aparcerías. Ya hablé de todo eso en Esquina de mundo (Baile del Sol, 2018), una especie de elegía a esa vida abandonada y esa tierra vaciada.

La perspectiva que ofrece Brigitte Vasallo en Tríptico del silencio (La oveja roja, 2023, magnífica edición, por cierto) es otra. Se trata de una mirada cabreada con la que no puedo, inevitablemente, dejar de sintonizar. El exilio sin nombre reza el subtítulo, y de eso trata, de rescatar las voces disueltas en la vergüenza: “impugnar el relato de progreso tan bien armado en nuestra nación.”

Tríptico del silencio es la destilación de todo un trabajo de investigación a través de entrevistas y su puesta en escena de una obra en progreso llamada Trilogía de Naxos.

De alguna manera Vasallo da una vuelta de tuerca a la visión de la España vaciada poniendo el foco en los procesos económicos que desencadenaron esa diáspora llamándolos por su nombre: expulsión, y atendiendo a continuación a la recepción de esa población desarraigada con el problema añadido de la lengua (caso de Catalunya y Euskadi, añadiendo a su historia personal el origen gallego):

“Mi lengua materna es la miseria, la diáspora, el desarraigo, el silencio. Hablo siempre de prestado como escribo siempre de prestado, disimulando, haciendo ver como que no, como que sí.”

“¿Qué es una lengua materna, contadme? ¿Es aquella que recibes o es aquella que transmites, es tu lengua de hija o es tu lengua de madre?

«Me encantaría escribirle poemas a la lengua materna, erigirme en su defensa, dar mi sangre, mi cuerpo, mi tiempo, mi esfuerzo por proteger una lengua materna alegando que es la mía. Mi lengua. Me encantaría sacar pecho, alzar la voz, pero yo no tengo lengua materna, no tengo deje materno, no tengo acento materno. Yo tengo silencio. Y tengo vergüenza. Y tengo vacío.”

Ese vacío, esa vergüenza, ese vacío, trata de llenarlo Vasallo investigando la memoria en tres fases:

  • la memoria de los migrantes y sus hij@s “de cómo abandonas un mito fundacional para adoptar otros, de cómo tratas de pasar desapercibida o de ser aceptada con tus diferencias estridentes […] buscando dónde encajar […] en un mundo que romantiza las raíces y las esencias sin entender que no tenemos ni pureza, ni continuidad, ni coherencia.”
  • la segunda es la memoria “de los lugares a los que llegamos […] la memoria de los pobres (pues) la memoria de los y las ricas viene dada: esa la aprendemos en las escuelas, en los museos…”
  • y por último, “la memoria de nuestra ausencia en los lugares que dejamos atrás”

Pero para escribir todo esto “hay unas cuantas palabras que no puedo decir”

Aquí hay que recordar que Vasallo es una voz incómoda que ha molestado a muchos sectores. En este mismo libro, reivindicando el relato oculto que pretende sacar a la luz, dice: “Que se callen la boca, y no solo los fachas.”

Y es que ha recibido amenazas de todas las banderas, pues reivindicar un lugar propio, una voz disidente fuera de lo políticamente correcto, no está bien visto, por decirlo flojo:

“Aquello que separa la traición de la desobediencia es un juicio moral sobre el objeto del desacuerdo […]. La lealtad, como la confrontación, son a la totalidad (decimos que el amor es ciego, pero poco se dice que el odio es bastante más ciego que el peor de los amores).”

Teseo y el Minotauro, s. XVI. Escuela del Maestro Campana

El libro se sostiene en la relectura del mito de Ariadna y el Minotauro en forma de libreto de teatro donde lo desmigaja en perlas que no tienen desperdicio; y entre acto y acto intercala fragmentos de entrevistas a hij@s de la diáspora (testimonios que provienen de Andalucía, de Argentina, de Galicia, Euskadi, Catalunya…).

En el todo, se desgrana un dolor “he venido a hacer una donación de mi dolor, para ver si así, donándolo, se me pasa.” y un ansia: “Yo no quiero reparación, quiero venganza. Porque esto que nos ha pasado a nosotras no es reparable. Quiero venganza.”

¿A qué se refiere? Es muy sencillo:

“Y tú, ¿cómo es que aprendiste a tocar el piano después de la guerra? No, no te estoy acusando de nada…

… no, claro, el piano no tiene la culpa, qué culpa va a tener el piano…

Ni el piano tiene la culpa, ni el hijo tiene la culpa del pecado del padre.

Pero esto que estamos preguntándonos aquí es: ¿tiene derecho el hijo a seguirse beneficiando del pecado del padre? Porque a mí me la suda lo que hagan con su culpa…

El piano. Que devuelvan el piano. Y el saber tocar el piano. Y que callen la boca. No me refiero solo a los fachas.”

No se refiere solo a los fachas, pero da un claro ejemplo cuando menciona a un empresario vinculado con la banca March (los que sufragaron las armas del ejercito fascista durante la Guerra inCivil) que intenta ahora expropiar y explotar los montes gallegos con el cuento de las eólicas. Interesante, por cierto, las reflexiones de Brigitte sobre la película “As Bestas”, pero eso lo dejamos para otro día.

Mientras tanto, que devuelvan el piano*.

Brigitte Vasallo

*la imagen de portada es una captura de Piano en llamas (Shaman in the Dark – Hombre tocando el piano en llamas (BW SOUNDFONT) || Fire Emblem Binding Blade)

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