Y por fin llegamos a uno de los meollos de la cuestión en «Desobediencia civil»:
“¿Debe el ciudadano someter su conciencia al legislador por un solo instante, aunque sea en la mínima medida? Entonces, ¿para qué tiene cada hombre su conciencia? Yo creo que deberíamos ser hombres primero y ciudadano después. Lo deseable no es cultivar el respeto por la ley, sino por la justicia. La única obligación que tengo derecho a asumir es la de hacer en cada momento lo que crea justo. […] La ley nunca hizo a los hombres más justos y, debido al respeto que les infunde, incluso los bienintencionados se convierten a diario en agentes de la injusticia.”
La indignación de Thoreau en este caso viene por la política hipócrita del estado de Massachusetts y en general de la Unión al no permitir la esclavitud en los estados del norte, pero facilitar una guerra contra México para anexionarse nuevos territorios en el sur donde la esclavitud sí será permitida, y cuya explotación alimentará la maquinaria industrial de las fábricas del norte.
No sé a ustedes, pero a mí, todo esto, me suena como de rabiosa actualidad.
Grande Thoreau, que parece inmortal…
y es una pena esa inmortalidad, porque para ir bien deberíamos ver a Thoreau como algo obsoleto. Pero no, los estados se atrincherado en el arte de gobernar. Mal, claro.
ticia:
A juzgar por lo que cuentan por ahí, la rabiosa actualidad nos va a poner la desobediencia civil a huevo: http://www.elblogsalmon.com/economia/el-desplome-de-las-burbujas-de-activos-aceleran-el-colapso-del-sistema-financiero
No, si al final el mismo estado va a desobedecerse a sí mismo cuando no sea capaz de pagar sus propios globos aerostáticos (es que lo de las burbujas queda como pequeño)